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GLOSA AL VINO (DE JUMILLA)

 


GLOSA AL VINO (DE JUMILLA)

Prof. Dr. JosƩ Miguel Noguera CeldrƔn

CatedrƔtico de Arqueologƭa

Universidad de Murcia

 

 

Sra. alcaldesa de Jumilla, querida Seve GonzÔlez López,

Sres. miembros de las corporaciones locales de Jumilla, Albatana, Fuente Álamo, Hellín, Montealegre del Castillo, Ontur y Tobarra, municipios integrantes de la Denominación de Origen Protegida Jumilla,

Sres. presidentes del Consejo Regulador de la DOP Jumilla, de la Asociación de Empresarios del Vino de Jumilla, de la Asociación Murciana de Enólogos, de la Federación de Peñas de la Fiesta de la Vendimia, de la Ruta del Vino, y de la Federación de Cooperativas Agrarias de Murcia,

Vendimiadores Mayores e Infantiles, Bodeguero Mayor, vinicultores y viticultores de Jumilla, gentes del mundo del vino,

Jumillanos y jumillanas, Amigos y amigas,

 

En una mÔgica y estrellada noche de verano, en este jardín al pie del Monasterio de San Ana, bajo el manto de la bóveda celeste dominada por las Perseidas, y con el horizonte presidido por las majestuosas e inconfundibles siluetas de la Sierra de Santa Ana y del Cerro del Castillo, me hacéis el gran honor de darme la palabra para exaltar el vino, que deseo personificar en el vino de nuestra tierra, el vino de todos nosotros, el vino de quienes fueron, son y serÔn la esencia de la bizarra y gallarda tierra jumillana. En esta noche, ensalzar el vino y sus virtudes serÔ sinónimo de honrar a Jumilla y sus bondades, a sus viticultores y vinicultores, a sus gentes de noble corazón y cÔlido acogimiento, que por estas fechas se predisponen, nos predisponemos, a celebrar con júbilo y emoción las Fiestas de la Vendimia, antes de que el cíclico devenir de las estaciones nos sumerja en la otoñal vendimia.



Permitid que comience mi glosa con unas palabras de reconocimiento y gratitud. Gratitud de quien, con tres aƱos de edad, allĆ” por un ya lejano septiembre de 1969, llegó a este bendito pueblo para hacerlo suyo y no abandonarlo jamĆ”s; de quien durante su niƱez – siempre de la mano de su padre – frecuentó los viƱedos del tĆ©rmino municipal, conoció el arte de los injertos de la ruda Monastrell y aprendió los secretos de la vinificación; de quien, en compaƱƭa del inolvidable Don Pedro Guardiola Soler, recorrió los laboratorios y jugó entre las gigantescas barricas de madera de la Estación de EnologĆ­a y Viticultura; de quiĆ©n en la mesa de casa escuchaba hablar de la introducción en nuestra tierra de nuevas variedades de uva como la syrah, cabernet sauvignon o merlot, o del drĆ”stico arranque de viƱas de los aƱos 80 y 90; de quien durante su juventud disfrutó de la amena conversación con agricultores, viticultores y bodegueros; de quien colaboró, siempre con su padre y con la incipiente Federación de PeƱas, en la gestación de las primeras ediciones de las Fiestas de la Vendimia, la Ofrenda del Primer Mosto y la Gran Cabalgata del Vino, que habĆ­an promovido en 1972 un grupo de bodegueros; de quien, en definitiva, interiorizó desde pequeƱo el acervo cultural de un pueblo de hondas raĆ­ces y tradiciones. En los dĆ­as que han precedido esta noche, me habĆ©is permitido evocar un sinfĆ­n de recuerdos y vivencias de mi infancia y juventud en esta bendita tierra, rememorarlos con mi familia y compartirlos con mi padre, un anciano que, a sus 92 aƱos de edad, sigue llevando a Jumilla por montera y a sus vinos y sus gentes en el corazón. Gracias entonces, muchas gracias, por vuestro inmenso regalo.



Cumplir con la glosa de esta noche no es tarea fÔcil, ni cosa baladí. Qué decir del vino, cómo ilustrar sus virtudes, cómo resaltar su valor para Jumilla ante un público bregado y conocedor de las artes de la viticultura y la vinicultura. Para mí, el vino es pasado, es presente y es futuro, pero sobre todo es un excepcional legado cultural, y os pido que me permitÔis glosarlo desde mi perspectiva de arqueólogo y hombre de Letras.

Dice Jorge Luis Borges en su Soneto del Vino:

 

¿En quĆ© reino, en quĆ© siglo, bajo quĆ© silenciosa

conjunción de los astros, en qué secreto día

que el mÔrmol no ha salvado, surgió la valerosa

y singular idea de inventar la alegrĆ­a?

Con otoƱos de oro la inventaron. El vino

fluye rojo a lo largo de las generaciones

como el rĆ­o del tiempo y en el arduo camino

nos prodiga su mĆŗsica, su fuego y sus leones.

En la noche del jĆŗbilo o en la jornada adversa

exalta la alegrĆ­a o mitiga el espanto

y el ditirambo nuevo que este dĆ­a le canto

otrora lo cantaron el Ɣrabe y el persa.

Vino, ensƩƱame el arte de ver mi propia historia

como si Ć©sta ya fuera ceniza en la memoria”.

 

¡QuĆ© hermoso poema y quĆ© hermoso verso! Vino, ensƩƱame el arte de ver mi propia historia, de nuestra propia historia.


La arqueologĆ­a permite contestar la pregunta del universal poeta argentino: ¿En quĆ© siglo? Conocemos la primera producción de vino en IrĆ”n nada menos que hacia el aƱo 5000 a.C. (hace 7000 aƱos), y la primera bodega de la Historia se construyó en Armenia hace mĆ”s de 6000 aƱos. Tras llegar la vid a Israel, Egipto y Mesopotamia en el IV y III milenios a.C., la implantación de la viticultura en el MediterrĆ”neo occidental fue obra de los fenicios a inicios del I milenio a.C. Precisamente, los primeros testimonios de pepitas de vitis vinifera en Jumilla, procedentes del Prado, se fechan en esta Ć©poca, por lo que son de los mĆ”s antiguos de Occidente y elevan la tradición vitĆ­cola jumillana a una antigüedad de 3000 aƱos. Que las vides eran parte de la idiosincrasia de Jumilla lo prueba el hallazgo de unos excepcionales pendientes en forma de racimos de uva del siglo IV a.C. en la cercana necrópolis de Coimbra del Barranco Ancho (unos pendientes que, como bien sabĆ©is, inspiran el galardón del Certamen de Calidad de los Vinos de Jumilla).


HabĆ©is oĆ­do que para los griegos el vino era un regalo de los dioses. La mitologĆ­a griega relata cómo, durante el reinado en Atenas del mĆ­tico Pandión, visitó la ciudad Dionisos, que fue acogido por Icario, un humilde agricultor que adoraba al dios del vino. Agradecido por su recibimiento y hospitalidad, Dionisos regaló a Icario un brote de vid y le enseñó a cultivarla y a producir el vino. Asombrado por semejante bebida, Icario reunió a sus amigos para compartirla con ellos. Aquellos hombres, ignorantes de los efectos del vino y del alcohol, se emborracharon y pensaron que Icario les habĆ­a envenenado. Estando ebrios, se armaron con sus hachas, hoces y piedras y asesinaron al pobre agricultor. Cuando despertaron ya sobrios, descubrieron su acción horrorizados y, arrepentidos, dieron sepultura a Icario. Cuando la hija de este, ErĆ­gone, descubrió el horrendo crimen, se ahorcó en el Ć”rbol mĆ”s cercano.



Conmovido por la desgracia de aquella familia de agricultores, Zeus les reservó a padre e hija un lugar en las constelaciones del firmamento. Cómo me gusta pensar que, hace unos 2400 aƱos, en una noche oscura y estrellada como esta, los Ć­beros del poblado de Coimbra del Barranco Ancho pudieron escuchar esta historia en el transcurso de un Symposium, de una fiesta donde se cantara, comiese y bebiese con vino griego, a la par que se escrutara el firmamento buscando a ErĆ­gone en la constelación de Virgo y al agricultor Icario en la constelación de Bootes o del Boyero.


        Desde la mĆ”s remota antigüedad, el vino y Jumilla, Jumilla y el vino, constituyen un binomio inseparable. Ya en el siglo I d.C. hubo bodegas en el Altiplano, una de ellas en la tambiĆ©n cercana villa de Los Cipreses, donde junto a una almazara de aceite hubo una bodega para elaborar diversos tipos de vino, entre ellos el defrutum o vino dulce. Con altibajos en la edad media y moderna, y con especial Ć©nfasis desde mediados del siglo XIX, el vino ha definido la idiosincrasia de Jumilla. Puede afirmarse sin temor a errar que el vino corre por las entraƱas de nuestro pueblo, por las venas de sus gentes, por las grietas de sus vetustos monumentos… Durante siglos, las enhiestas torres del Salvador, de Santa MarĆ­a y de Santiago (la catedral del Altiplano) han presidido majestuosas, junto con la torre del homenaje del Castillo, nuestros campos de viƱedos y el quehacer de viticultores y vinicultores. El vino ha sido la argamasa que nos ha unido y la esencia que ha impreso carĆ”cter a nuestra vetusta ciudad y al noble carĆ”cter de sus habitantes.


Pero acechan peligros. Sabéis que algunos discuten las bondades de este regalo de los dioses. Por eso, quiero proclamar las virtudes del vino, que desde la antigüedad ya conocieron y ensalzaron griegos y romanos.


El vino siempre tuvo valor dietético por ser bebida sana y nutritiva, esencial en el aporte calórico. Fue un pharmakos, un medicamento: el militar romano Plinio el Viejo escribió que apenas si el poder de los dioses puede igualar los beneficios que el vino aporta, en tanto que el médico Arnau de Vilanova prescribió, a finales del siglo XIII, la ingesta de diversos tipos de vino para curar enfermedades. De todos son bien conocidos el tónico reconstituyente Vino Sansón, la Kina Sanclemente o el mÔs reciente Oxidoryl, enriquecido con el resveratrol del vino tinto.


Naturalmente, ademĆ”s de efectos terapĆ©uticos, el vino puede provocar otros como la somnolencia y la embriaguez. De ahĆ­ el eslogan Wine in moderation, que en justicia deberĆ­amos atribuir al cómico griego Eubulo, quien en su obra SĆ©mele, fechada hacia el aƱo 375 a.C., escribió sobre el vino lo siguiente: Tres cuencos mezclo para los moderados: uno para la salud, que vacĆ­an primero, el segundo para el amor y el placer, el tercero para dormir. Cuando este cuenco se bebe, los invitados sabios se van a casa. El cuarto cuenco ya no es nuestro, sino que pertenece a la violencia; el quinto al tumulto, el sexto al regodeo beodo, el sĆ©ptimo a los ojos negros, el octavo es el de la policĆ­a, el noveno pertenece a la bilis, y el dĆ©cimo a la locura y el lanzamiento de muebles”. ¡Wine in moderation!!!


El vino es signo de prestigio y objeto de consumo popular, adaptado a todo tipo de bolsillos. En una inscripción de la antigua de Pompeya se lee: En esta taberna se puede beber por un as, si pagas dos beberÔs un mejor vino, pero si pagas cuatro ases beberÔs Falerno, es decir, uno de los vinazos de la época romana.


El vino es bebida de resurrección. Las viƱas renacen en primavera y en el germen del cristianismo la vid y el vino juegan un papel trascendental. No es baladĆ­ que Jesucristo dijese “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos”, y que mandase usar el vino como ofrenda sagrada para transustanciarlo en su Sangre. Dijo el mĆ©dico y filósofo Ibn Sina hacia el siglo XI: El vino es el amigo del sabio y el enemigo del borracho. Es amargo y Ćŗtil como el consejo del filósofo, estĆ” permitido a los inteligentes y prohibido a los imbĆ©ciles. Empuja al estĆŗpido hacia las tinieblas y guĆ­a al sabio hacia Dios.


TambiĆ©n el vino es tĆ©cnica y saber. Un saber acumulado con el paso de los siglos y que sigue evolucionando. ¡¡Cómo ha cambiado el proceso de la vinificación!! En unas dĆ©cadas, los enólogos ambulantes de la posguerra han dado paso a un enólogo en cada bodega, y a saltos tecnológicos fundamentales han permitido dominar la fermentación.


Por Ćŗltimo, pero no menos importante, el vino tiene un valor de identidad cultural. En torno a Ć©l los griegos desarrollaron la fiesta del Symposium, los romanos el convivium, y nosotros lo hemos convertido en santo y seƱa de nuestra identidad. No hay conmemoración importante sin un buen vino. El vino es alegrĆ­a, jovialidad, emoción, fraternidad y contrapunto a la tristeza. Como elemento lĆŗdico, preside acontecimientos personales y colectivos. No es por casualidad que el saber popular haya sentenciado que El vino es un buen vino cuando se toma con un amigo”. Por sus virtudes y por su carĆ”cter atractor, el vino ofrece oportunidades de riqueza y desarrollo a travĆ©s del Enoturismo, uno de los grandes retos de Jumilla. Una tierra con sus excelentes vinos, majestuosos viƱedos, evocadoras bodegas, excepcional oferta enogastronómica, fiestas y tradiciones populares, museos y monumentos, gentes acogedoras…; una tierra llamada a ser potencia enoturĆ­stica. Siempre hay un motivo para venir o regresar a Jumilla. Y el vino es el camino, es nuestro camino. Un camino por el que transitan propios y extraƱos y por el que siempre se llega a Jumilla.


Como veis, el vino es cultura y civilización. Que el vino es parte arraigada de nuestra cultura lo prueba el refranero popular, espejo de la sociedad, que ha acuƱado sentencias como: Ni casa sin vino, ni olla sin tocino”, “Por San AndrĆ©s, el mosto, vino es”, “Uva Moscatel, no llega al tonel”, “Viva la Mancha, que da vino en lugar de agua”, que bien podrĆ­a ser: “Viva Jumilla, que da vino en lugar de agua”, o “In vino Veritas”, a saber, “En el vino estĆ” la verdad”.


AsĆ­ pues, cantemos las bondades del vino, pues es cultura, tradición y saber. El vino, motor de emociones. Sal de la tierra, la uva y el sol. AlegrĆ­a y tristeza. Placer de dioses, transformador de personas, expresión de lo lĆŗdico. Signo de identidad de regiones, comarcas y pueblos. Parte de la historia y del folklore, compaƱƭa en pequeƱos y grandes eventos. ¿QuĆ© tiene este nĆ©ctar divino para dominar el mundo, para transformarlo? Desde Dionisos a JesĆŗs de Galilea, el vino preside todas las Ć©pocas, todos los territorios, a todas las gentes. Al vino se le adora, al vino se le canta, al vino se le reprime si es que se abusa de Ć©l (Fernando Herrero, “Viva el vino que es sincero”).

La velada que nos disponemos a compartir nos evoca una suculenta cena a la luz de las velas, con una buena botella de vino y unos amigos entre los comensales. Disfrutemos del maridaje del binomio vino-jazz. Disfrutemos de una mĆ”gica noche con la buena mĆŗsica de Potato Head Jazz Band, con una buena copa de vino y recitemos el “Brindis” de JosĆ© Ɓngel Buesa, el “poeta enamorado”:

 

He aquĆ­ dos rosas frescas, mojadas de rocĆ­o:
una blanca, otra roja, como tu amor y el mĆ­o.
Y he aquĆ­ que, lentamente, las dos rosas deshojo:
la roja, en vino blanco; la blanca, en vino rojo.
Ahora, elige tú, amiga, cuÔl ha de ser tu vaso:
si Ʃste, que es como un alba, o aquƩl, como un ocaso.
No me preguntes nada: yo sƩ bien que es mejor
embriagarse de vino que embriagarse de amor…

Es este un hermoso homenaje al vino y al amor, al amor regado de vino blanco y de vino tinto. A nuestros vinos, al vino de Jumilla.

“Viva el vino que es sincero”. Y el de Jumilla lo es. AsĆ­ pues, decid conmigo:

 

¡Viva el vino de Jumilla!!!

¡Vivan sus agricultores, enólogos, bodegueros y comercializadores!!!

¡Viva la Feria y Fiestas de la Vendimia!!!

¡Vivan Jumilla y sus gentes!!!

 

¡Muchas gracias, y disfrutad de la fiesta!!!

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