Jaime Lorente trae este domingo el monólogo ‘Matar cansa’ al Teatro Vico de Jumilla
El actor murciano de series como ‘La casa de papel’ y ‘Élite’ y obras de teatro como ‘Equus’, ‘El público’, o ‘Esta no es La casa de Bernarda Alba’ interpreta y produce el celebrado monólogo del dramaturgo y cineasta argentino Santiago Loza, bajo la dirección de Alberto Sabina
El Pavón Teatro
Kamikaze presenta este domingo 18 de abril Matar cansa, el nuevo
proyecto teatral del actor Jaime Lorente. “Una víctima seduce, provoca. Una
víctima aguarda el momento, toda una vida, atrae despacio a su asesino”. Esta
es la confesión de un hombre que se presenta como el admirador desmesurado de
un criminal. Un relato que durante una hora navega de manera visceral, poética
e, incluso, evangélica a través de los acontecimientos que llevaron a un
asesino a convertirse en una figura temida por el mundo y venerada por el
narrador de la pieza. El actor de series como La casa
de papel y Élite y obras de teatro como Equus,
El público, El secreto a voces o Esta no es La casa de
Bernarda Alba interpreta en el
Teatro Vico de nuestra localidad el celebrado monólogo del dramaturgo y
cineasta argentino Santiago Loza, que podrá verse en una única función este
domingo 18 de abril.
En escena, un hombre nos reconstruye –en
un espacio desprovisto de objetos– la historia de un tipo al que admira
incuestionablemente: un asesino en serie que busca a través de la muerte el
significado de su vida. Una vida bañada por la más densa de las melancolías.
Nuestro narrador es un fanático acérrimo
de este carismático criminal. Se define como un cobarde frente a los hechos
cometidos, se le ve opaco y solo se apasiona cuando describe las acciones del
otro y hasta lo hace con los detalles más pequeños y sórdidos.
En ocasiones, las líneas que separan al
narrador y al personaje narrado llegan a confundirse: nunca llegamos a saber
quién es este hombre tan apasionado. ¿Su mejor amigo? ¿Su víctima? Desde
luego, provoca incomodidad escucharle hablar sobre la muerte y la veneración
que le profesa. E incomoda, ya que su quietud es extraña cuando choca con su
mensaje casi evangélico.
El discurso está bañado de un misterio
amoral. Al igual que muchos escritos religiosos, no sabemos de dónde procede la
fe, pero sí sabemos que esta puede mover las más oscuras emociones de las
personas. El personaje principal está situado justo al lado de un gran
acontecimiento –ni delante ni detrás–, en ningún momento es partícipe de nada.
Solo de ser un espectador, un admirador, el cual está sumergido en un mar negro
del que solo puede escapar a través de la inmortal luz del asesino que le da
sentido a su gris e insulsa vida.
Matar cansa nos expone un punto de vista diferente al que estamos acostumbrados.
Solo vemos el blanco y el negro, el bueno y el malo, el policía y el asesino,
pero poca gente se ha parado a pensar en el gris, en ese gris que no desentona,
que se mantiene en equilibrio y que hace que los otros dos se mantengan
latentes y vivos. Ese morbo escondido que nos lleva a mirar debajo de una
sábana manchada de sangre es el mismo que te ancla a la butaca para escuchar
los hechos atroces narrados de una forma tan bella y honesta como la de nuestro
protagonista.
¿Para qué? Para descubrirnos a nosotros
mismos, tanto debajo de la sábana como sujetando el cuchillo. Para que saciemos
de una manera purgativa esa necesidad de ser eternos, esa necesidad de sangre.
Para que necesitemos a alguien que nos limpie de toda esa oscuridad, que haga el
trabajo duro por todos nosotros, porque no lo olvidemos: matar cansa.
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