23F Un golpe estructurado desde el poder.
Tras una transición pacĆfica, la creación del Partido Socialista Obrero EspaƱol, sin sentido de estado, por parte de los servicios secretos de Franco, la CIA y la Socialdemocracia alemana y el freno definitivo al partido comunista, tanto Felipe GonzĆ”lez como Alfonso Guerra, esperaban ganar las elecciones de 1979, en las que UCD volvió a vencer . Los socialistas comprendieron que quitando de en medio a Adolfo SuĆ”rez tendrĆan posibilidad de llegar al poder. A esto hay que unir el deseo del rey Juan Carlos de prescindir de sus servicios, despuĆ©s de haberle encumbrado en 1976.
A SuĆ”rez lo odiaba todo el mundo. El PSOE, porque le impedĆa acceder al poder; le aborrecĆa la derecha, porque hacĆa polĆtica de izquierdas con sus votos; los militares, porque se sentĆan engaƱados despuĆ©s de que les hubiese prometido en 1976 que no legalizarĆa al PCE; los nacionalistas, porque era el presidente del Gobierno de EspaƱa y no les daba las suficientes competencias; el Rey, que le habĆa nombrado en julio de 1976, que en esos meses despotricaba de Ć©l; los empresarios, porque habĆa inflado la UGT y no frenaba la crisis económica; los dirigentes de AP y UCD, porque era un "chusquero de la polĆtica" que ganaba elecciones mientras ellos las perdĆan; la Iglesia, porque la cĆŗpula era de izquierdas y, como la Corona, preferĆa por estrategia un Gobierno socialista.
SuĆ”rez no estaba dispuesto a dimitir, cómo su antecesor Arias Navarro, lo que complicó las cosas para el rumbo que debĆa tomar el paĆs. 1980 no fue un aƱo fĆ”cil, el terrorismo de izquierdas, la severa crisis económica, la instauración nefasta de las autonomĆas (principalmente para complacer a vascos y catalanes) hizo que el gobierno de SuĆ”rez se tambaleara y de pasar a ser un presidente con recursos, fue visto como un mediocre dirigente que no sabĆa por dónde tirar.
Lo que formó involuntariamente un cóctel conspirativo. Por un lado las ansias de poder del PSOE, por el otro, las intenciones del rey de deshacerse de SuÔrez. Cómo Juan Carlos no era un buen estratega, confió la operación a otras mentes mÔs preparadas. Torcuato FernÔndez Miranda y el General de División Alfonso Armada. Que buscó al cabeza de turco necesario para llevar a cabo lo que después la propaganda se cuidó de calificar como el resurgir del franquismo. Por otra parte totalmente absurdo, porque los militares estaban con el rey al cien por cien.
De nada sirvió que SuĆ”rez dimitiera en enero, el 23F estaba ya en marcha y se buscaron todos los cabos para hacerlo realidad. Las órdenes que recibió MilĆ”n del Bosch para pasear los carros de combate por Valencia, eso sĆ con mucho cuidado de llevar las zapatas, y las grabaciones de los artĆfices del golpe dĆas antes de su cometido. Claro que visto hoy en dĆa uno puede pensar lo preparadas que estaban las fuerzas del estado para captar conversaciones telefónicas de algo que nadie sabĆa que iba a ocurrir, excepto los implicados.
Y el 23 de febrero de 1981, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero y unas docenas de nĆŗmeros, asaltaron el congreso de los diputados en mitad de la envestidura de Leopoldo Calvo Sotelo, como presidente de transición hacia unas elecciones pactadas de ante mano para que el PSOE ganara con una mayorĆa absoluta desproporcionada.
DespuĆ©s, la corona se presentó como salvadora de la democracia y la propaganda mediĆ”tica generó el miedo suficiente para regalar al paĆs 14 aƱos de gobierno socialista. El resto ya es historia.
Ayer, los medios siguieron con mĆ”s fuerza que nunca la campaƱa creada entre bambalinas por los verdaderos gestores del golpe de estado que puso a un gobierno de izquierdas, para complacencia de Juan Carlos, en el poder, y crear la suficiente demagogia para que quien no vivió esa Ć©poca y quien sĆ la vivió crea que la oposición, formada por partidos liberales, es la vuelta del franquismo. Tal como hicieran los gestores de izquierdas de antaƱo como Stalin, Lenin o Goebbels, demonizar al contrario y llenarse la boca con la palabra democracia son los mecanismos necesarios para mantenerse en el poder, y ya sabemos lo que hicieron estos, ¿no?.
Ralf B Leepman
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